“Quisiera ser un hombre totalmente libre en mi soledad”. Así, con esta frase contundente y las notas  de la armónica de Bob Dylan como fondo, Rafik Neme, pintor, escritor y poeta abre esta charla informal, un breve instante de su vida que intento atrapar y compartir con ustedes desde las páginas de Letra Urbana.

Rafik Neme

Conocí a Rafik en Barranquilla, Colombia, pocos años antes de partir a su exilio voluntario en los Estados Unidos.  “Amo a Barranquilla y su gente, son parte de mi vida y humor, mis últimos recuerdos de Colombia. Desde allí viajé poniendo mar de por medio, el amor me hizo salir y para salvarme, emigré. Desde entonces soy otros, otras soledades, otros náufragos que bracean en mi memoria y presente», recuerda con nostalgia.

Inmigrante que vive de sus pinturas, artista en busca de un cambio, la obra de Neme hace un llamado de atención a la sociedad actual, al consumismo, la violencia, la intolerancia social y el desprecio por la naturaleza. Sus cuadros, óleos sobre lienzo, dibujos sobre tablas rasas y tintas chinas sobre papel, están plagados de símbolos y figuras minuciosamente hilvanadas. Al lado de estilizados quijotes se destaca, en sus cuadros, la figura femenina, mujeres desnudas hechas árbol, con senos pequeños, delicados y, más recientemente, mujeres embarazadas.

De origen libanés, Rafik Neme nació en Valledupar, capital del departamento del Cesar, en la costa Caribe colombiana. Creció a orillas de un río, rodeado de libros y montañas y a muy temprana edad se enamoró del arte, la música, de las palabras y sus sentidos, de su belleza.

¿Qué fue primero, la pintura o la poesía?
La poesía fue primero.  Nací con la sensibilidad de las palabras que luego logré alargar, extender, transformar en imágenes, en pinceladas y así comencé a pintar.

Escribo hace muchos años, pero no encuentro algo que me indique que pueda ser publicado.  Además, todo lo que escribí, mis ensayos y poesías, lo destruí en un arranque de lucidez perdida, temí darlo a guardar cuando salí al exilio. Aun hoy me duele lo que me infligí.

Cuando escribo o cuando pinto, transmito un furor, un desgarre, una contradicción.  En la pintura no se nota la agresividad, media la estética para suavizar el impacto, lo visual.

Viviste hasta los 14 años en un ambiente que podríamos llamar rural. No es común pensar en la poesía en este medio. ¿Cómo llegas a la poesía?
Mi mundo y visión estética se revelan en mí de manera temprana a través de la historia, la literatura y de un profesor de español que me presentó los poemas de Neruda y Jorge Artel. Después llegaron Sabines, César Vallejo, Nicanor Parra, Raúl Gómez Jattin, y Omar Khayyam, autor del Rubayat.  Me fui introduciendo en los mitos, historias populares, narraciones orales, y apropiando del pensamiento de H. David Thoreau, del rumano E.M. Cioran, de Cortázar, Alejo Carpentier, Juan Rulfo y Gabo, por supuesto. Pero siempre, y por encima de todos ellos, está Borges.  Amo a Borges por la facilidad de su erudición, porque tiene un ritmo que para mí es ideal; para mí, Borges es esencial.  No es casual que mis amigos me apodaran en un tiempo «El Viejo Borges» y otros nombres de autores de literatura que admiraba. Podría tener 11 años cuando más.

Cuando escribo o cuando pinto, transmito un furor, un desgarre, una contradicción

Serie árboles

Hoy en día, ¿qué representa la poesía para ti?
La poesía es una oportunidad de poner, con silencios, una distancia al hombre que soy, a mi soledad, para tratar de descubrir con palabras, por ejemplo, qué hago aquí en el mundo. Creo que se debe hacer poesía por encima de toda pretensión.  A través de la poesía se puede transmitir, desde lo más común del lenguaje, con las palabras más comunes y repetidas, un lenguaje nuevo, un universo desconocido, como si fuera un descubrimiento, como si las escuchara por primera vez. El lenguaje del poeta no es para ser intelectual, sino para compartir y vivir la vida.
Los poetas son la conciencia de una sociedad, tienen que reflejarla, engrandecerla y criticarla. Ésa es la naturaleza del poeta, ésa es su maldición.

La poesía es una oportunidad de poner, con silencios, una distancia al hombre que soy, a mi soledad, para tratar de descubrir con palabras, por ejemplo, qué hago aquí en el mundo.

En tus cuadros hay personajes y símbolos que se repiten.Cuéntanos un poco de esta simbología.
El simbolismo en mi arte es la justificación de mi existencia que me permite conjugar con mi grafismo cargas e imaginarios de mis mitos y mis estados mentales.  Planteo mi propia visión, no estoy en ninguna corriente artística.
En mi proceso creativo hay una primera constante: la música. Para pintar tengo que estar oyendo música, generalmente clásica, pero puede ser jazz, blues, romanzas sefardíes o la armónica de Bob Dylan.

Los temas que abordo son puramente vida. Esa reconocida frase del poeta alemán Bertolt Brecht “(… ) pero los hay [hombres] que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles “me marcó profundamente, me hizo comprometerme con la vida. De ahí surge un personaje primordial de mi obra, El Héroe Indispensable, Don Quijote de la Mancha. Así titulé mi exposición en el Consulado de Colombia en Miami en julio del 2005. Creo que debe haber algo necesariamente dentro de nosotros que nos haga héroes de nosotros mismos , no desde la percepción del ego sino de la constancia de que a ultranza, salgan o no las cosas, tenemos que lucharlas, defender las causas frente al sentido de la vida.  Para E.M. Cioran este loco imaginario, el Quijote, es uno de los pocos personajes de la imaginación que logra enseñarnos el don de la ilusión.

El simbolismo en mi arte es la justificación de mi existencia que me permite conjugar con mi grafismo cargas e imaginarios de mis mitos y mis estados mentales. 

Uno de los elementos permanentes en mis cuadros son los árboles. El árbol es la vida, la naturaleza, la mujer, lo femenino.  La naturaleza es lo único que pare. Es todo. Realmente me afecta que ya nada conmueva al hombre, que no seamos conscientes del mal que le hacemos a la naturaleza. Por eso, hoy en día, mis árboles son embarazados.

Otra constante es la alabarda, un arma medieval, un hacha de doble filo que usa actualmente la guardia suiza en el Vaticano y fue el arma principal de los conquistadores españoles en la América prehispánica.  Representa la violencia, la violación de un continente completo.  Si observas, mis personajes no tienen rostro.  El rostro es cada individuo. Al no tener rostro el observador puede ubicarse en esa percepción o en ese personaje.  A veces, como en el caso de mis quijotes, utilizo alabardas para construir los rostros.

Aparecen también pájaros precolombinos que algunos asocian con las imágenes de M. C. Escher, pero yo les doy una simbología muy particular: el misterio de la América Prehispánica.

Creo que debe haber algo necesariamente dentro de nosotros que nos haga héroes de nosotros mismos


He realizado varias series, como Money laundering: se lava y se plancha, instalación de mil billetes, en su mayoría de 2 dólares, colgados en ganchos de madera, simulando un tendedero latinoamericano. Representan el conflicto y la tragedia de nuestro pueblo colombiano con el narcotráfico, la destrucción de selvas, ecosistemas y de nuestra  juventud.  El dólar es, precisamente, la moneda sobre la que se sustenta ese negocio a nivel internacional. 

¿Qué hay detrás de esa necesidad del artista?
En el arte hay una gran conciencia de la soledad. Al artista le corresponde, si eso fuera posible, construir una visión, un mundo que haga vivible esta locura que es la vida. Como artista, quisiera tener la capacidad de generar algún tipo de pensamiento y plasmarlo en mi trabajo pictórico. Pero el arte, la pintura específicamente, es una fantasía. Como en el psicoanálisis, todo es a través de la imagen, imágenes que son al mismo tiempo sueños, que no son sino secuencias de imágenes.

En las culturas prehispánicas el arte estaba en la cotidianeidad. En su orfebrería, en su cerámica, hay una estética, un gusto, un refinamiento que era común a todo. Busco algo similar: transmitir una vivencia estética en los objetos cotidianos. En general, los artistas tenemos esta idea de querer incorporar el arte a la vida cotidiana.  Pienso que el arte debe estar al alcance de todos.

¿Puede el artista vivir del arte?
Al artista lo que realmente le interesa es crear, que su obra sea valorada, que aporte algo a la sociedad.  Cuando lo dimensionan en términos de éxito, propaganda, trabajos por encargo, eso ya no tiene que ver con el arte ni con el trabajo de ese artista. Eso ya es comercio.

El arte es una tragedia y el artista no puede sustraerse de su sino. Aunque el reconocimiento no llegue el artista sigue trabajando y luchando siempre por esa necesidad, esa convicción, de ser verdaderos y auténticos, de expresarse a través del arte.  Todas las imágenes que emanen de su pincel o de su pluma, o de sus notas si es un músico, deben ser congruentes con esa lucha.

En tu trabajo más reciente intervienes bolsas de papel. ¿Qué persigues con esta intervención?
Durante mucho tiempo, guardé la pintura para poder sacar adelante a mis hijos.  Ahora vivo del arte, de mi trabajo y creación artística. Hay locos que quieren mi obra y hablan de ella, me están acercando a otros espacios. Esa es mi realidad. Estoy  realizando proyectos y propuestas a través de firmas  con una grande integración en la comunidad y  su cotidianidad.  Mi anhelo es difundir mi trabajo, que sea accesible a todos. Utilizo bolsas de papel que recupero de la basura para volverlas obras de arte y  darles un significante artístico, un reconocimiento.  

Al artista le corresponde, si eso fuera posible, construir una visión, un mundo que haga vivible esta locura que es la vida.

¿Qué te justifica como artista?
La pintura y la escritura te permiten conjurar lo vivido. El lenguaje del arte es maravilloso.  En lo que escribo soy consciente de mi temporalidad y cuando pinto lo hago para trascender a mí mismo. Eso es lo que me justifica como individuo, como ente social, que pretende liberarse a través del arte.  De alguna manera el arte me salva.  Sigo queriendo actuar como es el deber del Quijote.  Me queda algo de la emoción del fenómeno histórico, los márgenes de la poesía y los inventarios gastados de lo que puedo ser, de lo que soy.