El trazo de Arno Stern. Lo indecible en el latido de lo humano
Autores: Clarita Spitz y Rafik Neme
Ciudad: París
Un uso sencillo del pincel y los colores para dar forma a un rasgo de identidad universal, sin juicios, sin palabras y a lo largo de toda la especie humana.
A los 20 años de edad Arno Stern debe hacerse cargo de un grupo de huérfanos de la II Guerra Mundial. Sin formación ni experiencia de ninguna índole, un día cualquiera los pone a dibujar de forma libre. No puede anticipar el giro que este sencillo acto le dará a su vida.
Cuarenta años después, sus descubrimientos respecto al dibujo infantil lo llevarán a recorrer el mundo buscando la comprobación de lo que ha intuido con la experiencia en su taller en París, lo que finalmente dará origen al planteamiento de su teoría de La Formulación.
Letra Urbana entrevistó a este ser cálido y maravilloso desde el Closlieu, su taller en París.
¿En qué consiste eso que usted llama La Formulación?
Antes de contestar esta pregunta hay que decir cuáles son las condiciones para que se produzca lo que llamo La Formulación. También hay que definir lo que es un trazo en el contexto de La Formulación, y distinguir entre el trazo para la comunicación y aquél que se aleja de ella.
La Formulación es algo desconocido, algo totalmente nuevo, de lo cual no se sabía nada antes que existiera el malort, el closlieu, o sea, el encuentro y taller que lo hicieron posible.
La Formulación se distingue del arte, porque el arte cumple una función, en el arte se transmite algo y se crea algo y, en La Formulación no acontece esto. Lo que se produce en el malort no nace de una intención, sino de una necesidad muy profunda del individuo, necesidad que le es inherente y desconocida, orgánica. El trazo es la marca orgánica que define un rasgo de identidad universal.
Después de la II Guerra Mundial, abrí en París un taller para que los niños pudieran pintar en unas condiciones especiales. Se trataba entonces, y sigue siendo, un cuarto cerrado, sin vista hacia afuera, ni de afuera hacia adentro. Es importante que los niños entran sin nada en la mano y también salen sin tener algo en la mano. No es necesario estar en silencio, pero nunca se habla sobre el trazo. Además, y esto es muy importante, aquí viene gente de todas las edades, desde los tres hasta los sesenta o setenta años, que conforman de manera aleatoria un grupo, y se encuentran una vez por semana durante un año por lo menos, o por muchos años.
En el Closlieu cada persona está en una situación particular nunca antes experimentada. En estas condiciones, donde no hay nada escrito, donde nadie dice lo que tiene que hacer el otro, se desarrolla un clima libre y natural.
En La Formulación hay algo más allá del lenguaje y de la comunicación: lo indecible. ¿Qué nos puede decir sobre esto?
Eso imposible de decir antecede al ser humano y lo acompaña toda la vida. Es exactamente lo que se manifiesta a través de La Formulación y no puede contextualizarse.
¿Cómo funciona este taller? ¿Podemos inferir que es como una clase? ¿Ha encontrado gente que se resiste o se rehúsa a pintar?
No, aquí no hay clases. Esta es una condición importante. En una clase todos los integrantes tienen la misma edad, todos son iguales; y el taller, el malort, lo componen personas de diferentes edades.
En el taller cada uno pinta para sí mismo pero dentro del grupo. Nadie mira el trabajo del otro porque cada uno está ocupado en su grafismo, sin estrés, sin competición, sin juicio. Tampoco hay resistencia porque no soy un maestro, no impido nada.
Descríbanos por favor su función dentro del taller.
No soy un espectador, no soy un observador, me ocupo sirviendo, ayudando a los niños y a los adultos en lo que requieran. Me veo a mi mismo como un sirviente. Por ejemplo, si un niño está pintando un cuadro muy grande, muy amplio, y no alcanza, le facilito un banquito para llegar más alto o le llevo otro pedazo de papel para que amplíe su trazo. Mi función es complacer a los niños en lo que necesiten. Estoy atento, sin interferir en lo que están haciendo.
Usted le da gran importancia al asombro de los niños. ¿Cuál ha sido la especial percepción que ha tenido para abrir la brecha y profundizar en los análisis del simbolismo, en la semiología de la expresión?
No se trata de simbolismo, no tiene nada que ver con semiología ni con análisis; es a otro nivel donde pasan las cosas. Lo importante aquí es saber de dónde viene este trazo, de dónde se desarrolla. Esto sucede en la memoria orgánica de cada ser.
En este almacenamiento de la memoria se encuentran las huellas del origen de los organismos, que existían antes del nacimiento y que tienen que ver con el programa genético.
El dibujar, el pintar, ¿es nato en cada uno de los elementos de la tribu? ¿Es la memoria? ¿Dónde se prefiguran estos antecedentes? ¿Es lo connatural?
Encontré que, en el taller, todos los niños expresan lo mismo, independientemente de su origen y de donde viven.
Me preguntaba si eso tiene algo a ver con las condiciones de vida y el medio o no, y quería saber si niños viviendo en otras partes expresan las mismas cosas u otras diferentes. Nadie podía responderme. Busqué tribus en diferentes partes del mundo que no tenían contacto con la civilización, niños que nunca fueron a la escuela o recibieron instrucción. Necesitaba saber cómo se manifestaba y surgía ese trazo en ellos. Se había vuelto una obsesión.
Encontré seres puros, sin experiencia, niños inocentes, vírgenes. Que nunca habían hecho un trazo. Insisto: eran seres puros y se manifestaron como tales. Observé en ellos los mismos grafismos, los trazos que universalmente aparecen y se repiten en el malort. Yo no descubrí nada Ellos me enseñaron lo que se ha convertido en la comprobación de La Formulación: Cuando se observan estos trazos de las selvas de Perú o Guatemala, del desierto de Mauritania, de Australia o de París, no se pueden distinguir unos de otros o adivinar quiénes los realizaron.
La Formulación es un sentimiento universal, es la misma fuente para todos. Für alle Menschen gleich.
¿Podría usted explicar qué relación hay entre La Formulación y la imaginación?
La imaginación no existe. Cuando hablamos de La Formulación nos referimos a una necesidad interna del ser humano y ésta no tiene nada que ver con la imaginación. Si habláramos de imaginación tendríamos que decir que hay seres humanos que tienen mayor o menor nivel de imaginación. En el malort no hacemos distinción entre niños, si unos son más dotados que otros. Para nosotros todos tienen la misma capacidad.
¿Cómo se da la relación del trazo con las palabras?
No hay ninguna conexión, son dos manifestaciones totalmente diferentes. Normalmente cuando un niño está pintando y llega un adulto, le interrumpe y le pregunta ¿qué estás dibujando?, y el niño tiene que explicarle al adulto lo que quiere expresar. Entonces el niño comienza a pensar que tiene que hacer algo para los demás y no para sí, que lo que está pintando debe ser comprensible para el adulto. Eso no es lo que se busca. En realidad, tiene que ser entendible únicamente para quien realiza el trazo. En el malort, en el taller, nadie obliga al niño a explicar nada y el niño no tiene necesidad ni está condicionado a buscar la aprobación del adulto.
Usted descubrió La Formulación con los niños ¿Son los niños los que nos enseñan a los adultos? ¿Son los niños nuestros maestros?
Para mí no hay diferencia entre un niño de cinco o alguien de ciencuenta años, la necesidad de hacer arte está en cualquier ser humano independientemente de la edad. Pero, es importante recordar, que estoy hablando exclusivamente del taller o Closlieu.
Pero, ¿qué pasa cuando ya hubo una interacción? En el niño hay una pureza, una inocencia, pero ¿qué pasa con el adulto que ya tuvo una educación o una experiencia previa?
Un adulto puede liberarse de cualquier influencia cultural si lo desea. Para el niño es más difícil porque ha recibido muchas enseñanzas que le hicieron daño.
¿Considera usted que la escuela empobrece la creatividad? ¿Qué les dice en el taller para crear las condiciones del dibujo espontáneo?
Sí, eso es verdad. Todo lo que ha aprendido el niño hasta ahora es un peligro para la espontaneidad. Los niños no necesitan enseñanzas. Los niños sólo necesitan jugar.
En el taller no hay instrucción. El niño solamente necesita el cuarto cerrado, no necesita nada más. Se elimina todo lo que es una educación formal, por ejemplo, la teoría o la educación del arte son un obstáculo.
¿Este trabajo libre es terapéutico? ¿Libera la creatividad?
No es terapia, el malort no es un lugar de terapia ni terapéutico… Pero cuando entra al taller, el niño ya no necesita terapia.
¿Crees que La Formulación se puede extrapolar, llevándola a campos como el cine, la creación libre de pequeños guiones, o una narrativa abierta sin interferencia?
No, este trabajo no se puede transmitir o transferir sin razón porque pasa sin razón. Aquí pasan cosas que no son posibles fuera del malort.
No he conocido creaciones que muestren referentes del miedo en la prehistoria sino de supervivencia, ¿quiere decir que nuestros niños y sus más antiguos antepasados crean, crearon sin el miedo?, ¿ que el miedo es por experiencia a posteriori?
¿Miedo? Los niños no tienen miedo en el malort. Aquí encuentran el paraíso, aquí no hay problemas ni dificultades, no hay miedo. Cada niño se siente bien consigo mismo.
Es como un pequeño paraíso…
¡Más bien como un gran paraíso! El niño hace una experiencia doble: se fortalece su personalidad y tiene un encuentro con los demás sin juicio, sin competencia, sin estrés. La competencia hace que los niños sufran en nuestra sociedad
¿Fuera del malort, hay un choque para el niño con su ambiente, quizás con el colegio o con sus padres?
Si, cuando un niño se siente bien, también es diferente en todos los aspectos que un niño infeliz. Un niño que es feliz de todas maneras va a chocar.
¿Qué experiencias nuevas le sorprenden? ¿Qué cosas hay como descubrimiento cada día en el taller?
La Formulación no ha cambiado, pero los niños han cambiado.
Entre 1950 y ‘80 tuvieron educación artística en las escuelas, clases de dibujo, donde les enseñaron perspectiva, proporciones, etc. Después llegó otro tipo de educación artística, con ayuda de los museos, unas fórmulas que bloquean la mirada del niño. Hace algunos años, cuando los niños llegaban al malort querían jugar. Hoy no quieren jugar, hoy no juegan, hoy producen y esperan recompensa por su trabajo. Esa es la educación de hoy. Los niños tienen que volver a jugar, los niños tienen que volver a ser niños.
Estamos llegando al final de la entrevista y queremos preguntarle algo un poco más personal. ¿Cómo va a celebrar su próximo cumpleaños? Porque, para un niño como usted, queremos dejarle solo una velita en su torta, pues ya todas nos las ha regalado cada día en cada niño y en estas generaciones, nos ha dado optimismo, libertad y saber.
¿Por cumplir 90 años? (risas) Es increíble, ¿no? Quiero vivir muchos años más porque todavía tengo mucho trabajo por hacer. Pero en realidad, ya que ustedes me preguntan ¿que deseo? Deseo que se vendan muchos de mis libros en muchos países… que sean traducidos y vendido en todo el mundo.
Yo no he conocido un ser humano realmente como usted, es increíble que haya seres tan puros y que todavía s se mantengan puros y tan inocentes proyectándose…
Sí, eso tiene que ver con mi experiencia y mi juventud juntos (risas).
Cristina Minski / Traducción del alemán
Publicada originalmente en letraurbana.com Nov 17 de 2014 – Edición 28 / Destacado, Sociedad
http://letraurbana.com/articulos/el-trazo-de-arno-stern-lo-indecible-en-el-latido-de-lo-humano/