Una entrevista con el arquitecto Juan Pablo Ortiz
Una entrevista con el arquitecto Juan Pablo Ortiz
Una entrevista con el arquitecto Juan Pablo Ortiz.

Por: Clarita Spitz

A diferencia de proyectos similares, que se han construido posconflicto, el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación se construyó en 2010 en medio de la confrontación interna de Colombia, haciendo visible la memoria de las más de 6.000.000 de víctimas que ha dejado el conflicto armado en nuestro país. Es, además, un memorial para la conmemoración del Bicentenario de la Independencia, donde se enaltecen valores como el respeto a la vida, la no violencia, la verdad, la justicia y la reconciliación.

El diseño arquitectónico, de Juan Pablo Ortiz, fue seleccionado entre 41 proyectos presentados al concurso convocado por la Sociedad Colombiana de Arquitectos en 2009. Al respecto, afirma Darío Colmenares, asesor del concurso al describir el sentido del diseño de Ortiz: «Es una obra que emerge de la tierra y del agua para convocar la memoria del dolor que no debió ocurrir y que no debe repetirse; y también para evocar la memoria de causas y búsquedas que no puede eludirse».

Juan Pablo Ortiz nació en Bogotá en 1965. En 1989 se graduó de la Universidad de los Andes, donde actualmente es catedrático e investigador. Ha sido invitado como conferencista en numerosas oportunidades en Colombia, Argentina y México, y como jurado calificador de varios concursos de arquitectura dentro y fuera de Colombia. En el año 2000 ganó el concurso para la construcción de la sede del Archivo General de Bogotá, por el que recibió el Premio Nacional de Diseño Lápiz de Acero.  Ha participado en diversas bienales a nivel nacional e internacional, y fue nominado al Premio Americano Mies Van der Rohe Crown Hall. En diciembre de 2016, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, recibió el Premio ArpaFIL, que reconoce la trayectoria de un profesional cuyo desempeño haya contribuido al engrandecimiento artístico del patrimonio mundial. 

Los siguientes son apartes de un diálogo que revista Latitud sostuvo con el arquitecto colombiano.

P  Juan Pablo, ¿qué significa para ti este proyecto?
R  El proyecto forma parte del complejo tradicional del Cementerio Central de Bogotá, en un solar que fue originalmente un espacio funerario con dos siglos de memoria, donde estaban enterrados más de 3.600 individuos. Para exhumarlos, se realizó la prospección arqueológica funeraria más grande de Sur América. La estructura más visible, el monolito de entrada, simboliza la «tierra sembrada de memoria» de los desterrados por el conflicto, donde cien ventanas caen como las lágrimas de esta sociedad sumida en la violencia, pero también como fuentes de luz en homenaje a las víctimas, a sus sueños y a la búsqueda de una sociedad sin violencias y en paz. El edificio brinda al visitante una experiencia de inmersión, donde su cuerpo se funde con el espacio debido a la fuerza de la gravedad, muy explícita en el lugar. Es un umbral sin barreras, un espacio público, democrático y abierto. Considero la arquitectura un elemento transformador, un lenguaje escrito en la tierra y no en el papel, y el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación es un monumento a la vida, a las víctimas y a la esperanza de un futuro en paz. 

Convencido de que una arquitectura de excelencia se construye con ideas, el trabajo de Ortiz se destaca por la búsqueda de conceptos e ideas frescas que permiten proyectar espacios habitables y responsables en el uso de la energía, dentro de un marco de respeto hacia las tradiciones locales y el paisaje natural en el que se implanta, y un uso consciente y racional de los recursos, a los que considera sagrados. Sus proyectos más destacados incluyen el Archivo de Bogotá, los laboratorios de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Javeriana, los Parques de Reciclaje y Centro de Educación Medio Ambiental de El Salitre y El Tintal, y los laboratorios del Archivo
General de la Nación de México.

 Arquitecto Juan Pablo Ortiz

P  Háblenos de la importancia de los premios en arquitectura y, en especial, en Colombia. ¿En qué consisten y qué se toma en cuenta para estos premios?

R  Los concursos de arquitectura son convocatorias públicas que por lo general hace el Estado para realizar algún proyecto específico. A diferencia de las licitaciones, donde se sabe quién es el oferente, en los concursos no se sabe quién es y se juzga el proyecto como tal y no a la persona. Eso hace que los concursos sean, realmente, la manera más democrática, abierta y transparente para seleccionar un proyecto. La gran mayoría de nuestro trabajo, casi todos los proyectos importantes que hemos hecho, devienen de esos concursos, sin los cuales nosotros prácticamente no existiríamos. Hay países como Suiza y Alemania donde la gran mayoría de los proyectos se hacen así. En Latinoamérica, Colombia es un modelo en ese sentido. Los concursos de arquitectura son de las instituciones colombianas que realmente funcionan y que se pueden mostrar ante el resto del mundo.  Cada vez que salgo del país y cuento esto, a todos mis colegas les parece loable que en Colombia exista esa manera de seleccionar los proyectos. 

P  Muchos escritores dicen que los cuentos los buscan a ellos. ¿Tú dirías que los proyectos te buscan a ti?
R  No, en este caso uno tiene que buscar los proyectos, estar pendiente de las convocatorias públicas. Aunque ya en este momento de nuestra carrera nos empiezan a invitar a algunos concursos privados, nos toca salir a buscar los proyectos que hay, concursar como cualquiera, entregar los proyectos y ojalá hacer el mejor esfuerzo para obtener el contrato. 

P  ¿Qué representa para ti el premio ArpaFil que te otorgaron en la Feria del Libro de Guadalajara?
R  La escogencia del Premio ArpaFil depende, cada año, de la zona o país invitado de honor a la feria, que en esta ocasión era Latinoamérica.  Hace 10 años el país invitado fue Colombia, y seleccionaron a Rogelio Salmona, quien es reconocido internacionalmente como el gran arquitecto colombiano. Salmona es a la arquitectura lo que Gabo es a la literatura. Para nosotros es un honor que nos dieran el mismo reconocimiento que recibiera el maestro Salmona en 2007.

P  ¿Cómo sientes que las nuevas tecnologías han influenciado la arquitectura?
R  La tecnología ha cambiado mucho la manera de hacer este oficio, creando herramientas nuevas que permiten hacer de manera más eficiente los documentos de construcción. Quizás también en la visualización, con proyecciones que brindan una mejor idea de los edificios antes de estar construidos. Pero en esencia la arquitectura sigue siendo una ciencia, una técnica-arte que deviene en gran parte de la memoria. La memoria es el alma de la arquitectura.

P  ¿Por qué la memoria?
 La arquitectura es un arte de la memoria. Aristóteles decía que la memoria es el escribano del alma, y algo parecido pasa con la
arquitectura, el alma de la arquitectura la escribe la historia, la escribe la memoria. Quizás alguna vez en la vida, si uno tiene digamos la fortuna o la capacidad, puede aportar en algo a ese gran lenguaje que se ha venido construyendo desde ese momento.

P  A nivel personal, ¿en qué momento de tu vida supiste que querías ser arquitecto?
R  Eso que dicen que desde chiquito había soñado con ser arquitecto y que hacía dibujitos de casitas y eso, en mi caso es puro cuento. Eso para mí no fue así de romántico. Mi padre fue arquitecto. Yo no sabía qué estudiar, un despistado total, entonces dije, voy a estudiar lo que es mi papá, y me metí a estudiar arquitectura ¡y me encantó!, se convirtió en la gran pasión de mi vida. Ejerzo este oficio más o menos desde el año 97 o 98. Apenas me gradué, me metí, junto con mi hermano, en la aventura de ser empresarios y me dediqué al diseño de zapatos durante casi 8 años. El negocio se empezó a dañar por la apertura, la caída de Venezuela y otra serie de cosas. Pero de nuevo tuve la oportunidad de volver a mi oficio y aquí estoy feliz haciendo edificios. Eso fue, en parte, gracias a dos buenos amigos que me llamaron para hacerme socio de ellos, Giancarlo Mazzanti y Rodrigo Rubio. Nos separamos en 2000 cuando gané el concurso del Archivo de Bogotá. Ahí fue cuando arranqué como Juan Pablo Ortiz Arquitectos.

P  ¿Qué sigue ahora?
R  En el grupo somos 10 arquitectos. En este momento estamos haciendo el proyecto más importante que hemos hecho hasta ahora, el Proyecto Ministerios, que es toda la revitalización del frente del Parque del Tercer Milenio, en el centro de Bogotá. Digamos que, en este caso, el trabajo del arquitecto se parece mucho al de un director de orquesta sinfónica, hay que dirigir una gran orquesta y ponerla a sonar bien.